Son meses o quizá años los que hace unos días acabaron sobre mis manos, y el arma encargada de llevar a fin último la tarea no fue ni un revólver, ni una bala cubierta de un manto nebuloso de pólvora, no, nada de aquello se encargó del final, el ángel de la muerte, fue un bolígrafo.
Ahora comienza una ardua tarea en busca de una editorial que lleve a buen puerto mi obra y que gracias a ella alguien pueda leerla y disfrutar al menos un poco de lo que yo disfruté mientras la creaba.
Es el final de una historia y el pistoletazo de salida de otra.
Porque nuestra existencia es así unos se van y otros nacen, un llanto cae sobre el vacío y una sonrisa ilumina la oscuridad, una vida finaliza en un minuto, y una nueva historia se inicia.
Arturo G. Z.